Mercadona

La irrupción de Mercadona en la sociedad ha supuesto muchas cosas. Hemos visto como un supermercado se convierte en una marca. Sus submarcas también. ¿Quién no conoce hacendado o deliplus? ¿Quién no ha dicho que este producto u otro de hacendado es el mejor? Mil veces. De los muchos factores del éxito de Mercadona (precio, servicio, comercialización, convertirse en una marca etc.), me voy a detener en uno quizá menor o simplemente parte del hecho de ser una gran marca: el packaging de sus productos.

Dos ejemplos:

El primero son las cremas que sirven para entre otras cosas, relajar las piernas, o son antigrietas y el otro las toallitas para limpiar la cocina, o el frigorífico, o el microondas. ¿Quién no ha querido algo específico para limpiar el frigorífico? Parece muy estúpido pero se puede tener la sensación de que alguien por fin pensó en hacer algo específico para solucionar un pequeño problema cotidiano. Pasa igual con las cremas. Y el packaging es perfecto. No puedes evitar coger el artículo.

Y cuándo esto pasa, surge la magia de Mercadona. Ves que no sólo hay dos productos pensados (y empaquetados) para solucionar un problema cotidiano sino que hay muchos más, de todos los tipos, y lo que es mucho mejor: ¡más baratos! Cuando te das cuenta, tu detergente es de Mercadona, el gel de afeitar, los champús de 1 €, el jamón serrano que por fin alguien cortó por la mitad para que se pueda comer mejor, el queso, la pasta y hasta el «Fairy» es de Mercadona etc.

Pero un día no puedes ir a Mercadona. De repente estás en casa, hay que poner una lavadora y no hay detergente. Bajas al Opencor y compras Skip. Y de paso compras pastillas de Calgonit para el lavavajillas. Ah, y gel de afeitar de Gilette y Fairy que también estabas escaso. Uff, qué caro.

Y tú estabas en tu mundo feliz de Mercadona cuando todo ese mundo se desmorona porque te das cuenta que tu ropa huele mucho mejor y echas muy poquito detergente en la lavadora, tu gel de afeitar no se acaba en 4 afeitados, tus platos salen perfectos y tu Fairy no se acaba. Entonces vuelves a Mercadona y la magia se ha ido. Vuelves y compras, pero ya no lo compras todo. te empiezas a dar cuenta que todas las toallitas, más allá de lo que diga su envoltorio, son más o menos igual, te das cuenta que quizá no te compense algún que otro producto, que otros siguen siendo buenos, muy buenos y que otros no. Entonces la magia de Mercadona se va y recuperas el criterio.

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