Sea la época del año que sea, los consumidores tienen sus propias marcas escogidas, y quién diga que no miente como un bellaco. Hoy en día, el poder de las marcas se ha elevado a unos límites en el que los usuarios se sienten en determinados momentos indefensos, ante la excesiva presencia de las empresas y sus marcas por todas partes ( medios de comunicación, publicidad exterior, redes sociales, etc.). Es cierto que muchos consumidores se ven en algún momento que otro, presionados a la compra de ese producto, y es algo que a las marcas no les beneficia para nada.

Desde que en sus inicios el marketing y la publicidad nos inundaran con sus técnicas más persuasivas, los estudios sobre el consumidor han obtenido diversas conclusiones, entre ellas ver cómo el cerebro del consumidor se ha visto doblegado y ha tenido que atenerse a todo tipo de estudios de mercado durante muchos años, para ver las reacciones que tenía éste, de cara a un producto u otro. Con los años la masificación de la competencia, el aumento de la oferta y la demanda, y los avances en las tecnologías, han llevado a los consumidores a ser, no sólo más que exigentes con los productos que adquieren sino, a darle otro tipo de connotaciones a las marcas que compran.

Hemos podido ver como para las marcas su prioridad indiscutible son los consumidores pero por encima de los gustos y preferencias de éstos, uno de los aspectos claves y donde las marcas hacen especial hincapié es en las emociones de las personas.  Los sentimientos, las reacciones sobre algún aspecto influyente en el consumidor son vistos por éste como algo que cobra relevancia y que llega a suplantar en algún momento dado a la propia razón. Y eso, lo hemos visto en repetidas ocasiones cuando por ejemplo un chico se va a comprar un abrigo, en ese instante lo coge, sin necesidad de probárselo (hay es cuando se actúa de forma emocional) pero una vez que llega a casa, y piensa que tiene un abrigo parecido, que quizás lo ve pequeño o que está a último de mes y prefiere reservarse el dinero para otro tema, (es entonces cuando actúa nuestra razón).

Todo tiene un porqué y un sentido en el mundo del marketing y la publicidad, y es que cuando a los consumidores les entra algo por los ojos, son las emociones las que hablan directamente por ellos, haciéndoles que reaccionen de forma efusiva con la marca, provocando un sentimiento de fraternidad y/o lealtad o incluso, todo lo contrario, provocando en ellos el rechazo de esa marca, llegando incluso a mentir en las encuestas que se les hacen. Realmente, los consumidores actúan de forma racional en momento claves, pero sin embargo se dejan llevar también por las emociones que determinadas marcas involucran en el proceso de un producto en cuestión.

Hoy en día, hacer una buena campaña de marketing y que los usuarios se vean valorados por las marcas potenciales en el mercado es fundamental, ya que no sólo se trata del gasto económico que realizan los consumidores como tal sino de crear una unión de fidelidad entre ambos.

Lo que sí está claro es que todos salen ganando. Las marcas porque consiguen aumentar sus beneficios, y los consumidores porque sea de la forma que actúen (mediante la razón o las emociones) se llevan ese producto acorde a sus preferencias y gustos.

 

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